Una noche en un torneo secreto de marihuana (no estaba Andy Chango)

Los competidores se enteran el mismo día el lugar en que se va a hacer. Vale lo que los jurados prueban al principio, porque después…

Rodrigo Núñez

Sábado a la madrugada en un salón de fiestas de La Paternal, luces verdes titilando que salen de una bola de espejos, 80 personas, hay catering… es una fiesta de 15. Equivocado. En el medio del salón hay una mesa enorme y a lo largo seis platos con flores de marihuana. En la punta, tres señores de traje, sentados, fumando. Están tratando de decidir quién es el cultivador ganador, quién presentó el mejor cannabis en esta copa.

“Es un premio al esfuerzo, es la tercera copa que gano en mi vida, soy un campeón, ja”, festeja Gonzalo, el campeón del certamen organizado por la Agrupación Agricultores Cannábicos Argentinos (AACA.

Es un electricista de 44 años que no quiere dar su apellido. Obvio, es una fiesta clandestina.

Las copas son campeonatos que organizan las agrupaciones cannábicas para encontrarse, mejorar el autocultivo y pasar un buen rato fumando marihuana entre compañeros. Los cultivadores que se inscriben y pagan para participar recién se enteran el mismo día el lugar donde se va a hacer. Los organizadores se encargan de informar a cada uno. Esto se hace para que la información no se filtre, y la policía no pueda encontrarlos.

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Esta copa, en el salón de un club social del barrio de La Paternal, comenzó a la medianoche. La recepción se parece a cualquier fiesta familiar o social. Hay dos personas que reciben a la gente y verifican si están en la lista de participantes. Una vez adentro, se puede comer, tomar y bailar, como para hacer la previa al gran evento de la noche. “Nosotros lo vivimos como una fiesta, es nuestro boliche, ja.”, se alegra Damián Sepulveda, miembro de la organización Cogollos del Oeste.

Son las tres de la madrugada y todo esta dispuesto para que el campeonato comience. Los jueces, miembros de la agrupación organizadora, evalúan el aroma, el sabor, la presentación y el efecto psicoactivo de las plantas que los cultivadores exhiben. “Acá vale todo, hasta la presencia de la flor, si está bien manicurada…”, explicó la militante Rossana Zappia.

Bromea con que “ya con verlas, los jueces se dan cuenta cual flor es la mejor. Imaginate que después de tres porros,* no tienen todas las facultades para determinar cosas con coherencia.* Se prueba lo mejor de arranque para que haya un justo ganador”.

Andy chango y el concurso de marihuana

Los participantes son 10, el resto de la gente vino a fumar, compartir experiencias para mejorar el cultivo, y a alentar por cada uno de los que compiten. Los cultivadores aprecian cada planta presentada en la mesa central del salón y hacen comentarios técnicos sobre cada flor. “*Mirá esa sativa (un de tipo de planta de marihuana), es un caño, fijate el tallo*”, escucho mientras uno de los jueces degusta el primer cigarrillo.

Después de un largo debate entre los jueces, Gonzalo se corona ganador y es premiado con la entrega de los frascos con las plantas que habían traído sus rivales. Ya hay campeón. El salón se convierte en una especie de boliche. “Después de la cata, viene la joda”, grita uno de los organizadores.

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La copa se termina con un tremendo pogo al ritmo de JiJiJi , con globos con dibujos temáticos por el aire. “¡Nos vemos la próxima copa, *viva la marihuana, viva Marley!*”, vocifera una señora que toma el micrófono alocadamente para cerrar el evento.

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