El patrimonio del periodista, ¿cuál es?

Si el periodismo tradicional construía agenda de acuerdo a unos intereses muy particulares, en el periodismo digital esa capacidad será diezmada a medida que los buscadores se perfeccionen en reunir preguntas y respuestas, y sólo queden las generaciones acostumbradas a hacerle preguntas a Google, avizora el autor de esta nota.

Facundo Gari

Lomas de Zamora, junio 27 (AUNO).- ¿Cuál es el patrimonio simbólico de un periodista? ¿Cuál es el máximo bien que un periodista construye y que llega a “reemplazarlo” como en una metonimia? ¿Es el mismo patrimonio el de un periodista gráfico, uno televisivo, uno radial y uno digital? ¿Qué particularidades entraña este último, producto del más reciente cambio de paradigma humano, desde la masificación de Internet?

El patrimonio del periodista gráfico

En la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión (AUNO), espacio extracurricular y formativo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, mi editor y maestro Adrián Figueroa Díaz solía decir que el patrimonio de todo periodista es su firma. Y lo es: también lo pondera, en el primer puesto de su_ Decálogo del periodista_, Tomás Eloy Martínez: “El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un artículo insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo”.

¿Qué implica esa ponderación? Que, por ejemplo, frente a una medida de fuerza para reclamar mejores salarios en un medio gráfico los periodistas tienen la potestad de solicitar el retiro de su firma del cuerpo del diario o revista. Que, por ejemplo, si luego de una edición el periodista considera que el artículo dice otra cosa que la que su sentido de la imparcialidad identificaba, si la nota es “infiel a la propia conciencia”, puede solicitar remover su nombre.

En ambos casos interceden cuestiones vinculadas a la plataforma en la que el periodismo es ejercido y la estructura vertical de las relaciones laborales que supone. Los diarios tradicionales más importantes tienen cierres por la noche y editores con acuerdos extraordinarios con la empresas que los obligan a garantizar la salida de las páginas que tienen cotidianamente comprometidas, y hay editores de toda clase, los que entienden las reglas del juego y los que utilizan su poder para presionar y alinear las metas de los redactores con la suyas.

¿Por qué la firma es el patrimonio principal de un periodista gráfico? Cuando un lector descubre una nueva firma en su diario favorito le otorga una estima con reservas. Esa estima está determinada por la familiaridad y confianza que le inspira el medio de su preferencia. Y esas reservas tienen que ver, simple, con que desconoce al autor.

En términos pseudo antropológicos, hay varios niveles de “otredad”: está el otro lejano, el otro a medio camino, el otro que es un vecino. La otredad no es necesariamente lo desconocido sino lo diferente. El lector que descubre una nueva firma descubre una otredad en un ecosistema familiar.

Para un lector de Clarín no es lo mismo leer una nota de Jorge Lanata que una del pasante David Debutenpolítica. Para un lector de Página/12 no es lo mismo leer una nota de Horacio Verbitsky que una de la colaboradora precarizada Mariana Miprimeranota. Si hacemos la salvedad de que los primeros en ambos ejemplos son periodistas que son parte de un star-system, podemos pensar en otros nombres propios de los que la mayoría de los lectores de sendos medios desconoce cara y reconoce firma. Vale subrayar que la preferencia de esos lectores por Lanata y Verbitsky no tiene relación con el profesionalismo del pasante y la colaboradora precarizada, sino con un complejo proceso de nutrición de sentidos en favor de unos y desmedro de otros, y que si los pongo en el extremo opuesto es para visibilizarlos (“visibilizarnos”, porque yo también).

Por qué firman los periodistas gráficos

Las ponderaciones de Adrián, mi editor, y Tomás Eloy Martínez tienen un enfoque de derechos laborales y están circunscritas al periodismo gráfico tradicional. Es bastante obvio: es allí donde la firma como práctica periodística se desarrolló en los ’70. Uno de los usos consistentes más tempranos fue durante la Guerra de Secesión norteamericana, cuando el general Joseph Hooker ordenó que los periodistas que cubrían el hecho firmaran sus artículos para poder castigarlos en caso de errores o revelaciones de movidas confidenciales. Más tarde, las firmas poblaron los diarios amarillistas, como una estrategia de ventas apuntada a convertir a periodistas en celebridades. Hasta que las firmas se impusieron en casi todos los medios gráficos del mundo, trabajadores y empresas periodísticas se debatieron su pertinencia: para unos, obligaba a los periodistas a ser más cuidadosos y honestos, y volvía la relación autor-lector más próxima; para otros, diluía el carácter impersonal de las noticias.

“El anonimato era una característica del periodismo en 1850. La opción de la firma es ahora admisible quizás por la nueva redacción de contenidos, relacionada a la literatura y al valor concomitante de la atribución de autor. Defendida en 1860 como garantía de más responsabilidad, la firma en el periodismo es además comercialmente productiva, porque atrae lectores por sus características personales y de celebridad.” (Conflicto y diferencia en la literatura del siglo XIX, D.Birch & M.Llewellyn, 2010).

En la actualidad hay medios autogestivos que eligen suprimir la firma de los artículos para enfatizar el carácter colectivo del proyecto.

El patrimonio de los periodistas televisivos y radiales

Así como la firma no transporta ética ni buenas prácticas, sino que es un “significante vacío” (periodísticamente hablando) que el periodista y otros factores nutren en el tiempo de su ejercicio y más allá, tampoco lo hace la cara en el caso del periodista televisivo y la voz en el caso del periodista radial.
En la televisión es la cara el principal patrimonio de un periodista. Más de una vez me ha pasado ver a un periodista “nuevo” en algún canal y descubrir bastante más tarde que se trataba de uno con cierto reconocimiento en el universo gráfico. Al revés también pasa: periodistas del medio televisivo que en papel no juna nadie.

En la radio es igual: la voz es el principal patrimonio de un periodista porque es, como su firma, un “significante vacío” al que el medio, su labor y otros factores, una vez más, brindan valor.

Los periodistas famosos son en general los que han pasado por la televisión, simplemente porque de los tres patrimonios el de la cara es el más pregnante, por su carácter visual, de fruición sin esfuerzo, y por ello también es que la tele es el medio de comunicación más popular.

Referencias de búsqueda de información

Firma, cara y voz están vinculados a procedimientos de búsqueda.
Agarro el diario de siempre, empiezo a pasar las páginas, leo las notas de los temas que me interesan y de mis periodistas favoritos. En el caso de las notas de los periodistas favoritos, opera la nutrición del patrimonio: hay plumas que me gustan tanto que no me importa a qué tema se aboquen. La “noticia” se vuelve secundaria: lo principal es la visión de ese periodista.

En semanas candentes de algún tema de mi interés, busco la voz de mis periodistas favoritos en el diario. Quiero saber qué opinan, quiero que me brinden guía y educación para leer hechos relativos a un tema de interés.

Las radios tienen audiencia, pero también la tienen las voces. Hago zapping radial entre voces que referencio. Si cambia la programación y las pierdo, divago en el dial hasta encontrar una conocida o sumirme a la nutrición de una nueva (supongamos que por recomendación).

Las caras en la televisión son puntos de fuga: todo se organiza en torno a ellas. Dejo de cambiar el canal cuando el magnetismo de una cara me atrapa.

Firma, cara y voz me ayudan a encontrar lo que quiero leer, lo que quiero ver y lo que quiero escuchar. Si las notas no tuvieran firma, no sabría cuál es la columna de esa pluma especial para mí. Si los noticieros no mostraran caras, me costaría mucho más encontrar las respuestas que busco. Si los informativos radiales fuesen hechos bajo una prerrogativa uniformadora, no podría hallar mi referencia.

Algo debe tener que ver esto con el concepto de “ciudad pánico” de Paul Virilio.
Firma, cara y voz son referencias en el proceso de búsqueda. Por eso la firma era para sus impulsores “garantía de más responsabilidad”. Si sé quién sos, no me vas a mentir. Y si me mentís, atenete a las consecuencias.

El patrimonio del periodista digital

La naturaleza del medio digital trastoca el sentido de la firma del periodismo gráfico. Internet no tiene la estructura de otros medios de comunicación. No siempre están discriminados los contenidos periodísticos de los literarios, pasando por todo una tabla de nuevos y viejos formatos de narrativa. No hay una programación como la televisiva en Internet. Las jerarquías se establecen de acuerdo a otros criterios, entre los cuales también meten la mano, como en los medios tradicionales y en un sentido marxista, los dueños de los medios de producción de sentido.

A grandes rasgos, el periodismo tradicional — gráfico, televisivo y radial — elaboró siempre su agenda en relación a intereses distintos que los del público. El “periodismo ciudadano” es una respuesta a esa anomia de empatía, a esa ausencia de sintonía para con sus audiencias. De allí la inspiración de tantos estudios a propósito del efecto de los medios de comunicación en sus usuarios: para sospechar que manipulan la opinión de las personas, hay que sospechar antes que aquello de lo que hablan o el modo en que lo hacen no siempre importan a la gente, y para mal, porque si fuera para bien nadie se molestaría, o lo harían cientistas bancados por las corporaciones perjudicadas.

A grandes rasgos, el periodismo tradicional — gráfico, televisivo y radial — se comportó siempre con cierto grado de autoritarismo: “Esto es lo que tenés que leer, ver y escuchar para seguir adelante, no importa lo que vos desees o sientas. Estos son los temas importantes de la política, estos son los eventos deportivos que importan, estas son las películas de las que hay que hablar”. Por eso se asocia tanto a los medios de comunicación con medios de promoción. Porque estar allí es como ligar un par de anchos en el truco de la existencia pública.

Los logaritmos de buscadores como Google, Yahoo y Bing!, que son los gatekeepers de contenidos en Internet, ordenan la información con más hincapié en la usabilidad. Como la red es una tecnología de una arquitectura muy singular, que puede hacer las veces de aula virtual, pantalla de entretenimiento y medio de comunicación, los buscadores apuntan sus esfuerzos a reunir a los usuarios con aquello que buscan. Hay al menos dos negocios evidentes: si más gente usa mi herramienta, obtendré más información para vender a las industrias; si más gente usa mi herramienta y la nutro con la información que obtengo, las industrias tendrán mayor interés por pagarme para difundir mis productos y servicios.

Hay un diferencial insoslayable en la publicidad online: cualquiera que haya probado las herramientas de promoción de Facebook sabe que puede segmentar públicos y lograr que personas con determinadas características vean tu contenido promocional. Se puede segmentar por datos demográficos, intereses e incluso tendencia política. Todas las opciones de promoción en Internet tienen esa lógica, con excepción de las malogradas listas de contactos que se venden a las empresas — que no cuentan con profesionales idóneos para asesorarlos o que optan por esa estrategia porque es más económica que el trabajo metodológico para confeccionar listas propias — para que manden ofertas a gente a la que quizás no le interesan, lo que implica un costo de adquisición de clientes alto para esa acción.

Con algunas excepciones de índole ideológica, en sentido amplio, los buscadores procuran perfeccionarse en la tarea de brindarte los contenidos que estás buscando. En el vocabulario del marketing de contenidos, las personas hacen preguntas en Google (¿escuchaste hablar de los micromomentos?) y otros buscadores, y esperan una respuesta para educarse y solucionar sus problemas.

Por supuesto que hay lectores que entran directamente a determinados portales y lo navegan como si fuera un diario. Pero si los medios de comunicación online muestran un creciente interés por las estrategias de posicionamiento orgánico y pago, si tienden a incorporar contenidos con enfoque educativo, quiere decir que por los buscadores pasa la caravana y nadie se la quiere perder.

Por la lógica de la máquina que vincula contenidos con personas, el patrimonio principal del periodista digital no es la firma (¿cuántos usuarios buscarían informarse y educarse a partir de un nombre propio, siempre que no estuviese buscando información sobre esa persona en sí?), la cara (sería chistoso) ni la voz (sería difícil). La referencia de búsqueda de un periodista digital está determinada por sus conocimientos y capacidades para asegurar que su artículo responda a una pregunta que muchos usuarios se hacen, y en ese sentido no sólo debe adquirir conocimientos técnicos de posicionamiento en buscadores, como ahora la comprensión de los cluster de temas, sino reformular el enfoque profesional y narrativo en función del ciudadano-usuario.

Si en el periodismo tradicional se podía construir agenda de acuerdo a unos intereses muy particulares y oligárquicos, en el periodismo digital esa capacidad será progresivamente diezmada a medida que los buscadores se perfeccionen en lograr reunir preguntas y respuestas, y sólo queden las generaciones acostumbradas a preguntarle a Google en lugar de a La Nación.

No es inocente que en algunos portales periodísticos la firma aparezca debajo del artículo. Y lo más frecuente es que en los medios en los que saben esto sólo cobre protagonismo la firma que tiene notoriedad por mixtura mediática, como el propio Lanata, que se hizo conocido como fundador de Página/12 y famoso cuando llegó a la televisión.

Que el patrimonio del periodista digital pase a ser algo tan volátil y poco redituable como el conocimiento y el oficio tiene dos caras en relación a la profesión: el lado negativo es que el periodista no cuenta con un diferencial de reconocimiento y negociación para luchar por sus derechos (en un contexto de crisis en el que a los medios tradicionales les cuesta encontrarle la vuelta a Internet, y cuando al menos en la Argentina el periodismo se debe un debate sobre la incorporación de las problemáticas del periodismo digital al estatuto profesional); el lado positivo es que corre al periodista de una posición de privilegio a propósito de su relación con los ciudadanos y pasan éstos a incidir con más peso en los criterios temáticos y narrativos.

Los medios periodísticos tradicionales volcados a la web podrán seguir conservando la lógica de imposición de agenda, pero a medida que el algoritmo se perfeccione (ya cuenta con inteligencia artificial y se están desarrollando tecnologías de verificación de noticias) y las generaciones pasen (¡más allá de los millennials!) les será cada vez más difícil que alguien lea, vea o escuche algo de lo que tengan para decir.

AUNO 27-06-17
FG-LOT

Dejar una respuesta