Potemkin: “Para que sea rock tiene que tener mugre”

El trío porteño integrado por Juan Pablo Fernández, Federico Ghazarossian y Luciano Esaín –músicos de extensa trayectoria en el ámnbito independiente– presentará su último disco, _Labios del río_, en Temperley. En esta nota con *AUNO*, se explayan acerca de su identidad.

Pablo Miglio

Lomas de Zamora, abril 27 (AUNO).- “Mugre es eso que suena entre nota y nota”: se define Acorazado Potemkin. Es aquello que se escucha pero que no se transcribe ni se limpia. Un juego entre lo literal y la insinuación, que transporta la intensidad del sonido en vivo adentro de un estudio de grabación. De esa mezcla que se construye “en la sumatoria de cada expresión, nace esa mugre general” que es la banda.

El trío porteño de rock vuelve a traer su intensidad a zona sur para continuar con la presentación de su último disco, Labios del río (2017), además de los ya conocidos Mugre (2011) y Remolino (2014). Producciones que demostraron que, “en un ambiente donde hay mucha plata dando vueltas, y la industria es tan poderosa, la forma independiente y los caminos personales parece que logran hacerse un lugar”, aseguran los músicos.

La banda, integrada por Juan Pablo Fernández (ex Pequeña Orquesta Reincidentes), en guitarra y voz; Federico Ghazarossian (ex Don Cornelio y La Zona, Los Visitantes y Me Darás Mil Hijos), en bajo; y Luciano Esaín (Valle de Muñecas y Motorama), en batería, se presentará junto a Las Diferencias este domingo en Cultura Click (Meeks 1387, Temperley, a las 22).

—En la página oficial de Acorazado hay una frase que dice “mugre es eso que suena entre nota y nota”, a modo de presentación o manifiesto. ¿A qué hace referencia?
Luciano Esaín:— La mugre es eso que no se puede poner en la partitura.
Juan Pablo Fernández:— Parte de un concepto musical del tango. Con los años, noté que cuando interpretás música, de alguna manera lo hacés como te pasa en vivo. Cuando estás concentrado en la música en sí misma, y no en si tenés que ir a buscar a los pibes, comer o cualquier otra cosa, vas a tocar de una manera diferente a si vas al hecho de lo musicalmente correcto. Empezás a jugar. Y la parte de la expresión es cómo sacás el sonido con el instrumento. O sea, exigirle a la cuerda hasta el máximo. O al micrófono, saber cuál es tu punto de saturación. Ahí hay una explosión extra musical.

—Entonces la suciedad sería aquello que se insinúa, aquello que no es explícito.
Federico Ghazarossian:— Lo que sí se oye pero no está en la partitura. Lo no escrito.
L.E:— Es lo que transmitís directamente en el momento de tocar y con tu forma de hacerlo.

—¿Sienten que el rock, a diferencia de otros géneros, les da mayor libertad a la hora de jugar con eso?
F.G.:— En los noventa pensaba de otra manera. Hoy por hoy trato de grabar como toco en vivo. Antes capaz que cuidaba las medidas. Hoy, en la sumatoria de cada expresión, se crea esa mugre general. Y el hecho de que te suena como en vivo. La música ya sobresale de nosotros, forma un ente solo, aparte.
L.E:— Y ésa es la manera en que elegimos grabar este disco. Que las cosas estén mezcladas, y si hay algo que no podés limpiar, no lo limpies. Es una forma que tiene que ver con lo que pasa en la manera de tocar en vivo. Es tratar de capturar esa mugre, esa intensidad.
J.P.F.:— Somos concientes de algunas cosas, de errores, intencionales o no. Podés encontrar un tema de Potemkin en Internet, te lo aprendés y sacás la melodía, pero hay algo en la forma de tocar que tiene que ver con no renunciar a la identidad que construimos entre los tres. Parece obvio. Pero hay algo, como decía Fede sobre la diferencia con otras épocas, en el momento de grabar y en el momento de ensayar, en el que elegimos no hacer algo prolijo, medido, cuidado. Pero no porque nos guste la desprolijidad: somos muy cuidadosos y ensayamos mucho. Nos gusta que no queden errores en la grabación. Pero sí somos de hacernos cargo del ruido alrededor. No solamente de la cosa literal del sonido, la producción o la partitura. También es sumarle lo que vivimos, cómo vivimos y lo que compartimos.
L.E:— Y eso es lo que uno entiende por rock. Somos personas de rock y queremos mostrar eso. Para que sea rock tiene que tener esa mugre. Es también lo que buscamos en las bandas que nos gustan y en las cosas que escuchamos, que tienen una roña que está buena, más allá de que esté cuidado o prolijo. Yo, al menos, siempre entendí tocar rock de esta manera. Y cuando armamos Potemkin nos pareció que estaba bueno compartir esa búsqueda y esa manera de entender el rock.

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—¿Es un concepto que lograron consolidar en el último disco o ya estaba presente desde que armaron Potemkin?
J.P.F.:— Hay gente que dijo que este disco es más parecido al primero. Otros que dicen que acá hay más color en el sonido, con los invitados, la voz femenina o la voz de mi hermano Mariano. Hay cosas que empiezan a hacer sonar distinto a Potemkin. Siempre hay forma de estandarizar lo que hacés, y nosotros tratamos que no. Lo que hacemos es tratar de personalizarlo, de hacerlo más íntimo, y hacernos cargo de eso.

—En muchas de las letras de Labios… aparecen imágenes que se pueden interpretar como el intento de despojarse del cuerpo, el espacio o el tiempo. ¿Hay una necesidad de liberación que atraviesa las canciones del disco?
F.G.:— Sí, la idea es salir de los conceptos predestinados que uno tiene desde que nace. De esos que uno ya tiene arraigados hace años, décadas, a los que te lleva la sociedad. Cuando pasás los 40 empezás a preguntarte cosas que hasta ese momento no te preguntabas, y de ahí esa necesidad de salir de esos conceptos “normales”.

—¿Qué significa hoy ser independiente en la música?
J.P.:— Es estar un poco a la intemperie. Es un concepto que se defiende, pero también tenemos que tratar que no sea una forma de precarización del trabajo o de las relaciones con los actores de la industria, desde los bolicheros hasta el que te edita un disco, y hasta como lo subís a las redes o a las plataformas donde se escucha. Plantearse siempre cuál es el lugar de la banda, qué es lo que le conviene, y tener en claro cuáles son las reglas del juego propias y cuál es su identidad para no caer en una forma de estandarización del trabajo. Lulo (Esaín) contaba en una época que había escuchado que ser independiente es hacer que las cosas pasen, o sea que no es esperar que otros concreten lo que vos querrías hacer. La pregunta es cómo potenciar el laburo con otras bandas y con las redes sociales. O sea, cómo te hacés más fuerte. El año pasado se habló muchísimo de los discos de El Mató y de Los Espíritus, dos bandas independientes. En un ambiente donde hay mucha plata dando vueltas, y la industria es tan poderosa, la forma independiente y los caminos personales parece que logran hacerse un lugar.

—Parece fundamental potenciar el laburo con otros artistas, porque el público está más orientado a lo colectivo, a festivales y fechas especiales que agrupan bandas independientes, ¿no?
J.P.F.:— Sí, eso se ve mucho también en las ciudades del país. La gente que escucha rock es la gente que te viene a ver. El rock fue yendo hacia ese lugar. Por supuesto sigue estando el mainstream y los viejos iconos del rock nacional, pero nosotros nos fuimos haciendo un lugar, a un costado y desarrollando obra.

Fotos: Victoria Schwindt

AUNO-27-04-2018
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