17 días para salvar a un país: ¿Puede Brasil desarmar la bomba de Bolsonaro?

Arrancó por la derecha el genio de la antipolítica mundial y ya dejó en el camino a media clase dirigente brasileña y va a tocar para los mercados y, ahora, ¿quién podrá defendernos? Si ves a la política del futuro, dile que no comunique desde el paradigma del pasado.

Juan Relmucao

Fotografías: Emergentes

Desde San Pablo – Río de Janeiro, Brasil

Se reía Sonia cuando me pedí un açaí en el bar de cachaça donde vadeamos la madrugada carioca. ¿Por qué me había pedido un trago de media tarde si ya los relojes de luna señalaban la franja horaria de olvidar, al menos por un rato, que estábamos sentados sobre la principal falla tecnónica-política de América del Sur? ¿Por qué esa falla, que el fin de semana anterior se había sacudido con el histórico #Elenão o, ahora estaba inclinándose, según las encuestas, imparablemente hacia el abismo? Y, sobre todo, ¿por qué estábamos de caravana por Río con la candidata originaria a vicepresidenta de la Nación Sonia Guajajara?

Porque “esto es Brasil”, podría explicar una sabia y casi zen bandera de La 12. Porque esto no es política, es política brasileña: la matriz de acontecimientos argentinos que hace que todos los programas de C5N sean prácticamente el mismo todo el tiempo desde hace meses no tiene con qué competirle a la amplitud política brasileña y su color, literalmente, infernal. Mientras en estas latitudes el hashtag es la grieta y nada parece, por ahora y sólo por ahora, hackear esa discusión ya sea con una narrativa superadora o con un estallido social, en la democracia más grande de América del Sur el arco es tan amplio como esa mesa callejera en la que, otra vez, la primera indígena en competir por Planalto se reía del gusto criollo.

Una mujer sostiene un cartel contra Bolsonaro en un acto del candidato socialista Guilherme Boulos.

Esto que siento por ti no puede ser legal: Bolsonaro y el antipetismo

Golpe seco del vaso contra la mesa. ¿No era este el pueblo alegre y musical que nos hace ver como aquellos que quedaron del lado amargo del Río de la Plata? ¿El mismo pueblo que se dirigió en masa a votar a un tipo tan racista y desagradable y todo lo que ya sabemos? ¿Tiene una cosa necesariamente que ver con la otra? Durante nuestra estadía, que incluyó exploraciones por distintos lugares y segmentos de San Pablo y Río de Janeiro, salimos mucho a preguntar destino y motivo del voto. Nos costaba, y aún nos cuesta, entender por qué 50 millones de personas le confiaban el país a alguien que no puede pasar un día sin decir algo como esto:

Pero ojo: un diario español que toma un arquetipo yankee para explicar un fenómeno latino que sale de una plurinación mestiza- afro-indigena-mestiza. Vamos. Podemos hacerlo mejor. Debemos hacerlo mejor. Después viene Durán Barba, le roba el slogan al partido de Fujimori, inventa la pólvora y nos deja a todos de cara rogando que los votos de La Matanza solucionen lo que dos generaciones de políticos no supieron armar. Sei lá.

Todo esto para decir no, Bolsonaro no es un Trump tropical y ni siquiera Trump es Trump para todos. A lo sumo, lo es para nosotros. Cuando Daniel, después de vendernos una Piauí, sonrió a medialuz para decirnos que esperaba que O Capitão ganara las elecciones, esa sonrisa de me acabo de separar, de al menos la indemnización estuvo bien, esa sonrisa apenas abierta mirando las monedas que no tenía que darnos era capaz de incluir a millones de brasileños. Y cuando habló, expresó el sentir de muchos más: “El próximo presidente es Bolsonaro. Ojalá. ¿Que cómo imagino su Brasil? No sé. Pero el PT, el de Haddad, nunca más. Ya nos han robado mucho”. No lo expresaba con bronca, no lo expresaba con odio, no lo decía escondiendo una esvástica en la caja registradora. Lo decía desde un puesto de diarios en un hermoso día en el centro de Río. Lo que tenía que hacer era tan claro para él como la dificultad nuestra para terminar de entenderlo.

Michel y amigos en Río

Lo mismo con Claudia, que algunos días y varios kilómetros después aceptaba charlar tras votar en la escuela de la Praça Roosvelt de San Pablo: “Fui con Bolsonaro porque Brasil necesita un shock de realidad. Él no es el mejor, nosotros sabemos eso. ¿Pero qué voy a hacer? ¿Votar al PT de nuevo? ¿Algunos dicen que es misógino y racista? Bueno, yo pienso que no es”.

Ni hablar de Michel y los caras sentados al sol viendo la avenida y tomando algo que tendría que haber sido mate. “Voy a votar a Bolsonaro porque es un campeón de campeones. No importa lo que digan, él tiene la fuerza necesaria para ordenar el Brasil. Mis amigos también lo votan, eh”. Sus amigos eran negros como la noche. Como la noche.

Categorías en ascenso y descenso

A esa altura daban ganas de pedirse tres cachaça con Sonia o entrar a ver qué tal los terrenos en Uruguay. Pero no. Todos los niños que aprendimos a decir “fiado” en el verano de 2002 sabemos que la mejor serie de la historia la veíamos los miércoles a las 23, se llamaba Okupas, y tiene un escena gloriosa en la cual Miguel le deja un fierro a Ricardo, le dice “gracias, ñeri” y huye de la casa mientras llega la policía. El debate al otro día en clase y a la década en YouTube era si Miguel lo había cagado o si, como sostenían algunos, le había hablado en un código que Ricardo no sabía manejar. Y algo así pasa en Brasil.

El Partido Dos Trabalhadores, el PT, habla en un código que un parte gigante de los electores no puede entender. *No porque, como Ricardo, sean medio otarios: porque esos códigos no estarían corriendo para a genchi. Pensemos en una población que, desde Dilma para acá y mucho más después del golpe de Temer, se fue sumergiendo de a poco en una recesión que empezó a elevar la pobreza, la inflación, a empeorar la calidad de vida y, además, a apalancarse en el gran diario brasileño, que le taggeó la agenda vía Lava Jato con corrupción, corrupción y corrupción. En Brasil sobraban consecuencias y faltaban causas. Causas en las dos acepciones.

Haddad en un acto en Río de Janeiro.

Con la recesión y O Globo haciendo lo suyo, el malestar fue tornándose en indignación, en desconfianza, en hartazgo. Nunca olviden que estas son otras latitudes, que nosotros nos damos un beso y no dos para saludar a alguien, que los pueblos tienen sus formas y sus “protocolos” para reaccionar o no, para fundir cuerpo y política. ¿Y entonces? “¿Entonces?” Le preguntamos a Leonardo, que nos llevaba en Uber por el centro de San Pablo: “Yo voy a votar a Bolsonaro en la segunda vuelta porque es un tipo con coraje, que habla sin pelos en la lengua y que no se la pasa hablando y hablando y hablando como los demás. Él dice lo que piensa y ya…”.

Tampoco Leo guardaba un uniforme de la Gestapo en el baúl. De hecho, en primera vuelta votó a Amoedo. Esto ya lo preguntamos, pero, ¿entonces? Entonces es difícil que Leonardo, que tiene que remiserear para llegar a fin de mes, vea pasar el caballo de San Martín por la Avenida Paulista. Hay 30 millones de personas que votaron en blanco, hay un presidente absolutamente ilegítimo y sin un gramo de imagen positiva, hay una desacreditación de la política como pocas veces en la historia de Brasi: hablar en los términos y categorías épico-históricas que heredaron las izquierdas latinoamericanas de sus experiencias sesentosas es un código que 50 millones de personas, sencillamente, no creyeron. No lo vieron plausible con su realidad. Y ese desconocimiento, nos guste o no, está ahí, lo vemos, nos habla. ¿Cómo podemos ecualizar ese mensaje? En Argentina tenemos un año para pensarlo.

Si besando la cruz estás tú

Otro motivo para evitar la ligereza en la lectura brasileña nos cruzó en Lapa, cerca de donde la_ galera_ se reúne de noche para vivir la mejor ciudad del mundo. En un gran circulo y levantando sus brazos hacia los arcos de Lapa, un grupo de evangélicos se reunía en la legendaria brisa de Río a rezar en voz alta y con un orgullo, para ajustarle una palabra, tropical. En Brasil, según el Instituto de Planificación Tributaria, 14 mil iglesias evangélicas se abren cada año, 45 millones de creyentes se declaran evangélicos, 30 editoriales del credo publican material y una cadena televisiva, la Record, de la Iglesia Universal del Reino de Dios, alcanza todo el país y es la tercera emisora a nivel nacional. A nivel político partidario, hay representantes parlamentarios en ambas cámaras e incluso el alcalde de Río pertenece al Partido Republicano Brasileño, la expresión política más poderosa de este credo.

Todo este poder proviene de un trabajo de décadas por parte de las distintas Iglesias evangélicas que han literalmente arado el país hasta capilarizarse de una forma que haría sentir vergüenza al CEO de Spotify. Como muchas veces sucede en Argentina, el Estado ignora o no puede llegar a ciertos lugares. Pero ahí, en el pueblito del Amazonas o en la favela más picante, una iglesia hay. Para los ajenos fue sorprendente ver cómo las encuestas terminaron de dispararse para Bolsonaro cuando Edir Macedo, máxima voz de la Iglesia Universal del Reino de Dios, se manifestó en favor del ex militar. Para los ajenos. Por supuesto, como esto es Brasil, hay evangélicos progresistas, evangélicos LGBT, evangélicos narcos. Pero la mayoría de los creyentes aún pertenece a ese sector enrome que votó a, como le dicen los que lo quieren, “El Mito”.

El debate presidencial se siguió en las calles de Lapa

“Lo que hicieron los neopentecostales en todo el país en los últimos años fue in-cre-di-tá-vel”, nos dijo casi atónito Vito Maciel. No es grato para él integrar la red de mediactivismo más grande del mundo, la Mídia Ninja, y ver cómo los neopentecostales capilarizan y fidelizan como si hubieran nacido para eso, pero de todas maneras, Víctor, que viene del interior, de Minas, sabe que la fe en Brasil es otra cosa: “Yo mismo tuve que sentarme a hablar con mi mamá para avisarle que era ateo. Soy ateo desde los 17 y recién a los 21 lo hablé con mi mamá. Ahora nos estamos riendo pero fue muy duro para ella en su momento. Mis abuelas todavía no lo saben… No necesitan saberlo”. De 2014 a 2016 la encuestadora Datafolha, la más prestigiosa de Brasil registró un aumento fenomenal de los pentecostales. Del 18 al 22 por ciento de la población sólo en esa rama del cristianismo. Más de 45 millones de personas se reconocen como evangelistas en Brasil y como bien sabe Vito, hay que respetar.

Con el evangelismo en Argentina calculando su desembarco político, no está demás pensar cómo reaccionar desde este lado. Como se vio recién en Brasil, llamar “bolsominions” a los votantes de El Capitán no ayudó en nada. Aunque a la vanguardia del progresismo político le resulte extraño, reírse de los sentimientos de las personas no suele ser muy productivo que digamos. Esa misma vanguardia puede extrañarse si se le explica que la fe, cualquiera sea, no es una cuestión únicamente de fantasía del mas allá si no, en muchos casos, se trata de construcción colectiva y encuentro con lo trascendental. ¿Un encuentro con lo trascendental en la era del Me Gusta y lo van a mirar de costado? Ni ustedes ni sus amigos tuvieron ahijado nunca, ¿no? El pastor Henrique Vieria partió a todos al medio en el homenaje a la concejala carioca Marielle Franco. “Esto es Brasil”, diría la bandera, recuerden.

Deconstruir y reconstruir

Pensando en eso y con la victoria de la lista 17 ya confirmada, aprovechamos que nuestro recorrido terminaba con los Ninja para charlar sobre posibilidades discursivas para la segunda vuelta y, un poco, sobre cómo devinieron en esta forma de comunicadores que los ha convertido en la principal red de medioactivismo del mundo. Sobre una salida discursiva para la segunda vuelta, Paula, sentada cómoda en el ruido constante del Ninja Lab de San Pablo, iluminó: “Considero que para la segunda vuelta se necesita hablar de por qué ‘Haddad sí’. No por qué ‘Bolsonaro no’. Lo importante es que los electores conozcan y concuerden con las ideas de Hadad. Él fue un intendente muy bueno para San Pablo, con una gestión de mucho impacto positivo. Reforzar su imagen remarcando lo que hizo y su trayectoria, que es amplia y tiene muchos puntos altos, es un camino. Y hacerlo viendo qué registros son importantes para transmitir una verdad porque todos los lenguajes son válidos, pero no todos los reciben de la misma manera. Hay que buscar que coexistan”.

Vecino de Ciudad de Dios con panfleto de Anderson Quack.

Acerca de la característica de los comunicadores que, como ellos, pueden surgir del encuentro de la realidad política, las herramientas tecnológicas y la formación teórica y práctica en comunicación, la ninja reflexionó: “Aquí como Mídia Ninja tenemos una perspectiva muy abierta para todas las personas y sabemos que los puentes sólo se construyen desde dos puntos, uno no puedo hacer un puente sólo. Tratamos entonces de hablar y contar estas posibilidades de integración colaborativa para que todo aquél que esté interesado sepa que se puede convertir en divulgador y encontrarnos en el medio del puente. Nosotros somos medioactivistas, por lo tanto hay otro compromiso y otra palabra que es contagio. Eso es lo que logra que todo lo que hagas tenga una esencia distinta, que no se quede en una publicación y que vaya a algo más trascendental”.

Gente se manifiesta en una acto de Haddad en Río.

Por su parte, en la cocina, con la madrugada alta, después de días agotadores de pelearle a Bolsonaro en las redes y con la vista ya clavada en la segunda vuelta, Ney sintentizó: “Nosotros planteamos, a través de las redes y como productores de contenidos, la comunicación como un derecho humano y no como una categoría de producción. Asumimos nuestra parcialidad y pensamos que sería algo muy bueno que todos la asumieran así el público tendría un mejor discernimiento sobre lo que recibe. A veces el estudio del Periodismo puede terminar reproduciendo modelos y valores corporativos. Y de esos que siguen ese modelo, ¿Cuántos terminan en Globo? ¿Qué dejan de lado por eso? Esa es la primera gran deconstrucción que precisamos hacer, el ver la comunicación como un derecho humano y entender lo que eso significa. Nosotros empezamos como un movimiento cultural, como Fora do Eixo, y después entendimos de qué se estaba tratando: de un movimiento social de las culturas con el derecho a humano a poder comunicar”.

Buscar “’continuará’ en portugués” en Google

Mientras se tejen las alianzas entre Haddad y candidatos como Ciro Gomes, del centro, y Guilherme Boulos, de la izquierda, casi todo el mundo da por sentada la victoria de Bolsonaro en segunda vuelta. Los mercados ya subieron, representantes de la clase empresaria brasileña ya mantuvieron reuniones con el candidato que ganó el domingo y el ya dólar bajó. Pero si hay un lugar en el mundo que tiene la suficiente imprevisibilidad, creatividad, exuberancia y, lo hemos comprobado en persona, militancia para evitar que esto pase, es Brasil. Lo imposible paga poco en las apuestas más allá del río Iguazú, el lugar donde de una elección para otra aparecen 54 candidatxs trans, una candidata a vice comparte una noche de cachaça con “los amigos argentinos” y un candidato es apuñalado y nunca sangra. Ojalá la leyenda continúe.

AUNO-11-10-18
JJR-LT

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